El perro del hortelano y el Por qué no te callas
Dos artículos han llamado mi atención en las últimas semanas. El primero, ampliamente discutido en la opinión pública, es el del Presidente de la República: “El perro del hortelano” publicado el 28 de octubre pasado. El segundo, quizá menos conocido, apareció en el Washington Post escrito por Robert J. Samuelson el 31 de octubre. En ambos se trata el problema del crecimiento económico de las naciones. El presidente García nos dice “que hay muchos recursos sin uso que no son transables, que no reciben inversión y que no generan trabajo. Y todo ello por el tabú de ideologías superadas, por ociosidad, por indolencia o por la ley del perro del hortelano que reza: Si no lo hago yo que no lo haga nadie… la telaraña ideológica del siglo XIX subsiste como un impedimento… y es que allí el viejo comunista anticapitalista del siglo XIX se disfrazó de proteccionista en el siglo XX y cambia otra vez de camiseta en el siglo XXI para ser medioambientalista. Pero siempre anticapitalista, contra la inversión… «.
Por su parte Samuelson nos dice que la cultura predispone a algunas naciones a un rápido crecimiento y a otras no. La moderna tecnología y gerenciamiento están disponibles para todos, pero muchas sociedades no pueden aprovecharlas porque tienen valores y organizaciones sociales antagónicas. Por lo tanto un modelo económico por sí solo no podrá vencer esta resistencia. El capitalismo, dice el autor, ha probado que es un prodigioso generador de riqueza, pero no surge por arte de magia. Es la cultura que alimenta las políticas productivas y el comportamiento. Sociedades dominadas por valores tribales, religiosos, ideológicos o políticos que menguan las condiciones necesarias para el crecimiento, no crecerán. El éxito económico requiere de tolerancia al cambio y a la desigualdad, un nivel mínimo de confianza, esencial para el comercio (según la directora de Latinobarómetro los latinoamericanos somos los más desconfiados de la tierra), y tomar riesgos. Hay muchas formas de gobierno y reglas de mercado, pero sin una base cultural apropiada que sirva de catalizador son muchos los obstáculos.
Por eso la frase del Rey Juan Carlos de España, ¿Por qué no te callas? Cobra mucho valor. ¿Por qué no callamos a los que siembran vientos, odio, enemistad, antagonismo, intolerancia, miedo, desconfianza? No utilizando sus propios métodos sino, por el contrario, oídos sordos a las necedades, no les demos micro y pongámonos a trabajar codo a codo por el desarrollo de nuestro país. Avancemos a pesar de los que no les interesa que crezcamos.
El país necesita que nuestros recursos naturales se conviertan en riqueza para combatir la pobreza. Que nuestras fábricas se multipliquen. Que los negocios prosperen. Que las construcciones no cesen. Es nuestro deber contribuir a crear el ambiente propicio para que esto ocurra. No nos quedemos callados.
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